sábado, 23 de abril de 2011

“03.34”, la película: Terremoto código Hollywood



Por René Naranjo S.

El cine chileno tiene un claro mandamiento este 2011: hacer industria. Esto es, generar películas que se muevan dentro de los códigos convencionales y reconocidos del cine de género (comedia, terror, catástrofes, etc) para atraer a un público masivo que le resulta cada vez más esquivo.
Así, a las dos películas estrenadas este año, que apostaban decididamente por estructuras bien conocidas y reglas narrativas sin sutilezas (“Baby Shower” y “El limpiapiscinas”), se suma ahora “03.34”, dedicada a revisar lo que fue la trágica experiencia del terremoto del 2010 en la zona centro-sur de nuestro país.
Es elogiable que los realizadores de esta cinta se atrevan a llevar a la pantalla un suceso histórico reciente en una cinematografía que suele hacerle el quite a la coyuntura. En esa línea, la película del debutante director Juan Pablo Ternicier busca representar lo sucedido la madrugada del 27-F a través de tres historias situadas en la región del Bío Bío: la de un padre (Marcelo Alonso) que pasa sus vacaciones en Dichato junto a sus dos hijos, mientras la madre (Andrea Freund) está lejos de ahí; la de un par de presidiarios (Fernando Gómez Rovira y Roberto Farías, muy bien ambos) que logran escapar entre las ruinas de la cárcel de Chillán para partir rumbo a Concepción; y un grupo de jóvenes, encabezados por Loreto Aravena y Eduardo Paxeco, que van a ver cómo su paseo de fin de semana se complica hasta lo impensable.
Es evidente que los desvelos de la producción se centraron, a nivel logístico, en la eficacia para filmar con celeridad en los lugares reales destruidos por el terremoto y el tsunami, en el realismo de los efectos especiales, y a nivel artístico, en el guión de Mateo Irribarren, que funciona con la necesaria fluidez a pesar de ciertas licencias a nivel espacio-temporal.
Mucho menos eficaz es la dirección de Ternicier, que se maneja entre logrados planos-secuencia, como el que sigue la llegada del temible personaje de Roberto Farías a la cárcel, al comienzo del relato, y soluciones cursis de escasa originalidad y efecto, sobre todo hacia el final. Cierto es que a Ternicier no se le puede exigir mucho más, al ser este su primer largometraje, pero la narración a tres bandas requiere un oficio y una coherencia de estilo y tono cinematográfico que aquí se echa de menos.
Un desafío interesante para el director era cómo plasmar en la pantalla el momento mismo del terremoto. Aquí lo que tiene potencia es la escena de la discotheque penquista, donde Ternicier opta por mostrar el creciente movimiento de las copas que cuelgan del techo del bar.
Luego, cuando la acción se traslada a los escombros del edificio Alto Río, la película adquiere un carácter de mayor verdad fílmica. Es allí donde están varios de los mejores pasajes del filme, en este abismo de escombros y cadáveres entre cuyos fierros los protagonistas buscan a sus seres queridos. Y la emoción aparece con la actuación del veterano Hugo Medina, que intuye la pérdida de su esposa y entrega una escena memorable.
Una película como “03.34” funciona en buena parte sobre la base de las resonancias que el hecho retratado en sí tiene para el público. Es lógico, en ese sentido, que la película genere entonces atracción masiva. Sin embargo, para hacer un buen filme no basta con apostar a esa memoria emotiva, y al final queda la sensación de que, tratados con algo más de solidez narrativo y vuelo autoral, el terremoto y sus consecuencias daban para explorar temas como el destino, la redención e incluso la presencia de Dios.
Por ahí va la cosa: hagamos industria y películas con las leyes de Hollywood, pero saquémosle todo el partido y profundidad que poseen las buenas historias de la vida real.

2 comentarios:

  1. me parece que evitas decir que es un pastiche! un insulto a la inteligencia del observador. creo que esta película debiera morir con gómez rovira en los trigales del olvido.

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  2. La idea de escribir una crítica sobre una película es evaluar y ponderar sus falencias y virtudes, no descalificarla en dos palabras ni desearle la muerte. En cierto sentido, tal como los seres humanos, toda película tiene el derecho a la vida y a encontrar su destino.

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